El diafragma es un importante músculo que ayuda a los pulmones a vaciarse y que separa el tórax del estómago. En el diafragma se encuentra el hiato, un orificio que constituye el paso del esófago hacia el estómago. La hernia de hiato es la protrusión de parte del estómago desde la cavidad abdominal al tórax a través del diafragma.
En el esófago se sitúa la válvula cardias, una estructura muscular que se abre para dejar pasar la comida y se cierra para evitar que el contenido del estómago suba hacia arriba. Por lo general, el cardias coincide con el hiato diafragmático realizando un efecto sinérgico, lo que evita el reflujo ácido desde el estómago al esófago.
¿Qué es la hernia de hiato?
Según explica el doctor Francisco García Fernández, especialista de Aparato Digestivo y portavoz de la Fundación Española de Aparato Digestivo (FEAD), la hernia de hiato supone un desplazamiento de la válvula de cierre del estómago, el cardias, por encima de su posición anatómica habitual, lo que ocasiona una disminución de la presión valvular y que el contenido del estómago vaya hacia arriba y alcance el esófago, lo que se conoce como reflujo gastroesofágico (RGE).
El RGE es uno de los problemas digestivos más frecuentes, dado que el fino equilibrio que mantienen hiato y cardias se puede perder fácilmente, bien por condiciones intrínsecas del paciente o por hábitos de vida no saludables como el sobrepeso, el exceso de comidas grasas, el consumo de alcohol o tabaco, que debilitan la musculatura del cardias o pueden ocasionar que pierda su posición con respecto al hiato.
La expresión clínica más habitual de la hernia de hiato es el RGE, que en la entrevista médica se suele referir como sensación de ardor o de que la comida vuelve a subir hacia arriba.
Trastorno generalmente benigno
La enfermedad del reflujo gastroesofágico suele derivar de una hernia de hiato, aunque puede existir sin hernia hiatal, por debilitamiento exclusivo del cardias. Se estima que entre un 20% y un 30% de la población podría tener hernia de hiato, unos datos que se derivan de los de incidencia del RGE.
Suele ser un trastorno benigno, pero existen una serie de síntomas de alarma que obligan a la realización de una endoscopia oral para descartar complicaciones u otras alteraciones.
Se trata, entre otros, de la aparición de sintomatología de manera brusca a partir de los 40 años, cuando no se han dado molestias anteriores, dolor o dificultad al tragar, pérdida de peso importante o presencia de síntomas respiratorios. Con esta prueba se puede descartar la presencia de ulceraciones, estrecheces del esófago, presencia de alguna lesión maligna o premaligna o bien una hernia hiatal gigante.
“La mayoría de las hernias de hiato son pequeñas y controlables con cambios en los hábitos de vida y con fármacos inhibidores de la secreción ácida. La corrección quirúrgica sólo se realiza cuando no se controlan los síntomas con el tratamiento médico o por presencia de hernia hiatal gigante con dificultades para comer o neumonías aspirativas”, señala el doctor García Fernández, especialista del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla.
En la intervención se vuelve a meter el estómago en el abdomen y se refuerza el hiato del diafragma para que no vuelva a desplazarse hacia arriba. Lo ideal es no tener que optar por una cirugía que no deja de ser una intervención más agresiva y que puede tener complicaciones. El tratamiento conservador con fármacos depende del grado de gravedad y puede ser mantenido o intermitente, según el control de los síntomas.
Pólemica con el omeoprazol
Según explica el doctor García Fernández, se ha creado mucha alarma social sobre los posibles efectos secundarios del omeprazol, aunque el especialista destaca que lo principal es un uso racional de los medicamentos y que se tomen sólo en los casos necesarios.
“Esta alarma social ha hecho que muchos pacientes que necesitan tomar omeprazol dejen de hacerlo”, advierte el doctor. “Es cierto que hay un evidente sobreuso de este fármaco debido a su denominación común como ‘protector gástrico’ que ha conducido a un error en su función, ya que este fármaco no protege al estómago, sólo consigue que no haya reflujo de ácido hacia el esófago”, aclara el especialista.
El omeprazol no debe tomarse con otros fármacos de manera habitual con la idea de que el estómago va a quedar protegido ante la toma de antibióticos o antihipertensivos por ejemplo, dado que la mayoría de fármacos no provocan daño por ácido en el estómago.
“Si una persona tiene síntomas o lesiones importantes por RGE debe tomar omeprazol o ranitidina en la dosis suficiente para controlar los síntomas, y lo puede hacer con tranquilidad, dado que los efectos secundarios son mínimos en comparación con la calidad de vida que se gana y la prevención de lesiones potencialmente graves”, concluye García Fernández.
Fuente: lne.es